Ya en 2017, Walter Russell Mead escribió: Si Donald Trump “fuera el candidato manchuriano que la gente sigue queriendo creer que es, estas son algunas de las cosas que estaría haciendo:
– Limitar el fracking tanto como pudiera
– Bloquear los oleoductos y gasoductos
– Abrir las negociaciones para una importante reducción de las armas nucleares
– Recortar el gasto militar de Estados Unidos
– Tratar de rebajar las tensiones con Irán, aliado de Rusia”.
Trump, por supuesto, no hizo ninguna de esas cosas, y de hecho toda la narrativa de la “colusión rusa” que la prensa impulsó durante toda su presidencia ha sido completamente explotada.
Pero alguien está haciendo estas cosas, ahora mismo. Me refiero, por supuesto, a Joseph Robinette Biden Jr., quien en su accidentada conferencia de prensa del miércoles dio a Rusia el visto bueno para invadir Ucrania, aunque rápidamente fue retirado por la vicepresidenta Jen Psaki, su secretaria de prensa.
La última vez que ocurrió algo así fue en 1950, cuando el Secretario de Estado Dean Acheson dio a Corea del Norte lo que parecía ser luz verde para invadir Corea del Sur. El resultado fue la Guerra de Corea. Uno espera que el error de Biden no tenga consecuencias similares.
Pero eso es sólo lo último. Volvamos a la lista de Mead: Biden ha limitado de hecho el fracking todo lo que ha podido.
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Con Trump, Estados Unidos logró la independencia energética, convirtiéndose en un exportador neto de petróleo y gas natural. Los precios del gas eran bajos. El oleoducto Keystone, además, prometía llevar el petróleo de Canadá al corazón de Estados Unidos (“petróleo ético” lo llaman los activistas porque no viene de un país dominado por dictadores o enemigos islamistas). Biden lo canceló.
Desde entonces, los precios de la gasolina se han disparado, y la gente está descontenta, de tal manera que incluso la NPR se ha dado cuenta de que las pegatinas de Joe Biden “¡Yo lo hice!” brotan en los surtidores de gasolina por todas partes, mientras los estadounidenses de a pie desahogan sus frustraciones.
En cuanto a la independencia energética, Biden se limitó a rogar a la OPEP que bombee más petróleo para bajar los precios. (La OPEP, sorprendentemente, se negó.) Los altos precios del petróleo ayudan a Rusia, por supuesto, ya que es un importante productor de petróleo.
Y mientras Biden bloqueaba los oleoductos en su país, se las arregló para dar la aprobación de Estados Unidos al gasoducto Nord Stream 2, que conecta los campos de gas rusos con Europa, dando al Kremlin una enorme infusión de dinero que reforzará su posición de manera inconmensurable, al tiempo que hace que Europa dependa del presidente Vladimir Putin, que podría congelarlos girando unas cuantas válvulas.
Básicamente, la política energética de Biden implica debilitar a Estados Unidos y fortalecer a Rusia.
En cuanto a las armas nucleares, los rusos y los chinos ni siquiera están interesados en los acuerdos de control de armas. Se apresuran a lanzar nuevos y avanzados programas de armas nucleares mientras Biden estudia la posibilidad de cancelar programas estadounidenses similares.
Para ser justos, Biden no ha recortado el gasto militar estadounidense. Sin embargo, como ilustra la debacle de agosto en Afganistán, ha conseguido que el ejército estadounidense sea ineficaz.
Y rebajar las tensiones con Irán es decir poco, ya que la administración Biden ha vuelto al fallido acuerdo de John Kerry, en el que Irán acepta fingir que no desarrolla armas nucleares y nosotros aceptamos fingir que les creemos.
Entonces, ¿quién es la marioneta de Putin?
Biden está actuando de manera destructiva que es difícil de distinguir de lo que estaría haciendo si de hecho hubiera sido puesto en el cargo para debilitar a Estados Unidos y fortalecer a Rusia, Irán y otros enemigos estadounidenses.
A la lista de comprobación anterior se puede añadir una estrategia deliberada de sembrar la división racial y de clases, un plan de gasto que cualquiera con medio cerebro podría ver que llevaría a la inflación y a una deuda nacional explosiva, acompañado de un impulso a las políticas reguladoras que restringirían los suministros y harían subir aún más los precios.
La gente que votó por Biden pensó en su mayoría que estaba votando por algún tipo de retorno a la normalidad. No se ha hemos conseguido, a menos que consideres los años de Jimmy Carter como normales. Como consecuencia, Biden está cayendo en picado en las encuestas. Es difícil que esto acabe bien.
