Llama la atención el gran número de mujeres valientes que lideran las protestas contra el violento y despiadado régimen teocrático de Irán. También es notable que mujeres jóvenes lideren la organización ucraniana que acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz. Aunque menos notorio, es igualmente importante: en toda Europa, son las mujeres las que están trascendiendo las fronteras políticas y geográficas para pedir el fin de la brutal agresión rusa.
He aquí cinco nombres que los estadounidenses deberían conocer:
Annalena Baerbock es la (primera mujer) ministra de Asuntos Exteriores de Alemania. Los Verdes, su partido, han pasado de ser una facción pacifista y antiamericana a una voz pragmática y responsable en la seguridad europea. La propia Baerbock ha experimentado una transformación radical. Cuando Rusia invadió el país a finales de febrero, se opuso a la ayuda militar alemana a Ucrania; por principio, Alemania se ha opuesto a este tipo de ayuda a las regiones en conflicto.
Eso fue entonces. Ahora, Baerbock lidera la carga de suministrar a los ucranianos los medios de autodefensa. Lleva pidiendo armas más pesadas desde principios de la primavera. Es la primera política alemana prominente que admite que Alemania se ha equivocado de plano con respecto a Rusia.
Impensable hace unos meses (y aún hoy para muchas élites alemanas), Baerbock dice:
“Sólo lograremos la seguridad sin, no con, la Rusia de Vladimir Putin”.
Ha sido tan firme que los rusos han hecho campañas de desinformación contra ella. En vano: La popularidad de Baerbock en Alemania -y en Ucrania- va en aumento.
La primera ministra finlandesa, Sanna Marin, llamó la atención recientemente cuando se le preguntó sobre los comentarios del presidente Joe Biden acerca de encontrarle a Putin una “vía de escape” para terminar la guerra. Su respuesta fue al grano: “La salida del conflicto es que Rusia abandone Ucrania”. La frase le habría valido probablemente una ovación en el Parlamento finlandés.
Hasta este año, Finlandia era vista como un miembro neutral de la Unión Europea. Desde la invasión rusa, los finlandeses han corrido a la puerta de la OTAN. Tienen una frontera de 830 millas con Rusia y una amarga experiencia con la Unión Soviética. La perspectiva de un nuevo imperialismo ruso ha centrado la atención en Helsinki.
Marin es la primera ministra finlandesa más joven de la historia (asumió el cargo a los 34 años), una socialdemócrata criada por dos mujeres (en una “familia arco iris”, como dice ella). Fue la primera de su familia en graduarse en la universidad. Trabajó en la escuela como cajera en una panadería. Hoy es de acero thatcheriano.
La primera ministra estonia, Kaja Kallas, no necesitó que le enseñaran la amenaza rusa. El 19 de febrero, cinco días antes de la invasión, Kallas explicó cómo juega Putin: Exige, dijo, el máximo por algo que nunca fue suyo, amenaza con ultimátums y se intensifica cuando no se sale con la suya.
Kallas, abogada de formación, representa a un partido de centro-derecha. Los soviéticos deportaron a su madre (con 6 meses) y a su abuela a Siberia. Bajo su liderazgo, Estonia es el mayor contribuyente per cápita de ayuda militar a Ucrania.
Los estadounidenses llevan mucho tiempo despreciando la ineficacia de una Unión Europea despreciable y sin dientes. Si se le pregunta a la gente quién es el presidente de la Comisión Europea, los ojos se les ponen vidriosos. La democristiana Ursula von der Leyen podría cambiar esta situación.
Como ministra de Defensa de Angela Merkel, resultó ser anodina y poco eficaz. En 2015, defendió la negativa de Alemania a suministrar armas a Ucrania: “La entrega de armas sería un acelerador del fuego”.
Como primera mujer presidenta de la Comisión Europea, se ha mostrado decidida.
“Esto es una guerra contra nuestra energía, una guerra contra nuestra economía, una guerra contra nuestros valores y una guerra contra nuestro futuro”
La madre de siete hijos fue la primera en visitar los lugares de las masacres de Bucha e Irpin, antes que Boris Johnson y otros líderes occidentales. Von der Leyen ha sido instruida por los europeos del Este: “Deberíamos haber escuchado a los que conocen a Putin”.
Maia Sandu, la menuda presidenta de 50 años de Moldavia, sigue siendo tan intrépida como siempre. Las manifestaciones callejeras sobre los precios de la energía, avivadas por la agitación rusa, amenazan con desestabilizar el país más pobre de Europa. Bajo el liderazgo de Sandu, Moldavia ha aceptado un gran número de refugiados y se ha mantenido firmemente prooccidental. Todo ello a pesar de no tener prácticamente fuerzas armadas y depender al 100% del gas ruso.
Rusia ocupa parcialmente Moldavia, en la zona llamada Transnistria. Sandu dice:
“La injusta guerra de Rusia contra Ucrania nos muestra claramente el precio de la libertad”.
Se presentó con una plataforma reformista y anticorrupción y ganó a pesar de las feroces campañas rusas de desinformación contra ella. Su influencia va más allá de Moldavia; lo digo como ciudadano de Rumanía.
Otras mujeres están mostrando dureza con Rusia: La presidenta del Parlamento Europeo, la maltesa Roberta Metsola, la primera ministra británica Liz Truss, la presidenta eslovaca Zuzana Caputova y la primera ministra italiana Giorgia Meloni. Nunca he sido un contador de frijoles en estas cosas, pero hombres, tal vez tomen nota.
Iulia Joja da clases en las universidades de Georgetown y George Washington, dirige el programa del Mar Negro del Middle East Institute en Washington, DC, y es copresentadora del podcast de la AEI “Eastern Front”.
