Si prestamos atención a las noticias que nos llegan de los diferentes rincones del mundo, podremos ver que el caos, la locura y el absurdo parecen predominar en todos lados. Especialmente cuando nos referimos a asuntos de la pandemia.
Una mujer australiana de 26 años, Hayley Hodgson, se vio obligada a ingresar en un campo concentración de cuarentena cuando uno de sus amigos dio positivo en la prueba del COVID. Qué pesadilla ser arrastrado por el ejercito australiano sin haber cometido ningún crimen.
La policía amenazó a Hayley con una multa de 5.000 dólares si no iba “voluntariamente” al campamento para pasar dos semanas de aislamiento.
Pasó 14 días en el campamento, a pesar de haber dado negativo en las pruebas de COVID tres veces; todavía no se ha contagiado de COVID. Durante su estancia en el campamento, la amenazaron con otra multa de 5.000 dólares por salir de su pequeña terraza exterior para sacar la basura sin máscara.

Hay que tener en cuenta que Hayley es una persona inocente. No ha cometido ningún delito. No le informaron de sus derechos, no le dieron representación legal y la amenazaron con retenerla más tiempo en el campamento si no seguía las normas mientras estaba encarcelada.
Hayley dice:
“Te sientes como si estuvieras en prisión. Sientes que has hecho algo malo, es inhumano lo que hacen. Eres tan pequeña que te dominan. Y literalmente no eres nada”.
Mientras estaba en la cárcel de COVID, Hayley perdió su trabajo. Pero no se preocupe, el gobierno le dio 1.500 dólares para compensarla.
¿Te imaginas? Pasar 2 semanas en un encierro total y absoluto sin haber hecho nada malo, perder tu trabajo y que luego el gobierno espere solucionarlo todo con $1.500. Definitivamente los atropellos a los derechos humanos son cada vez peores.