El mundo se enfrentaba a una crisis de suministro de grano incluso antes de la invasión de Ucrania por parte de Putin. El índice de precios de los alimentos de las Naciones Unidas ya era más alto en términos reales que en el punto álgido de la crisis mundial del hambre hace una década, cuando las protestas por el pan en Túnez desencadenaron la Primavera Árabe.
La estrechez del mercado mundial de cereales, aceite vegetal y fertilizantes fue probablemente una de las muchas razones por las que Putin eligió este momento para golpear, calculando -equivocadamente quizá- que Occidente no se atrevería a apretarle demasiado.
El mundo se enfrenta a lo que es un “cisne negro” de materias primas en toda la gama de recursos primarios. El petróleo, el gas, el carbón y los “ags” están subiendo juntos en espiral, y los metales se acercan rápidamente. Se trata de un choque de estanflación sistémica, un problema insoluble para los banqueros centrales. Actúa como un impuesto de reparación de guerra sobre las economías de las naciones importadoras y, en última instancia, es contractivo.
Natasha Kaneva, de JP Morgan, dijo que los inventarios de productos básicos comercializables son críticamente bajos y el mundo se está quedando sin reservas de seguridad. Esta es una receta para “aumentos de precios no lineales”, dijo.
A diferencia de Occidente, China está preparada. Lleva meses haciendo acopio de existencias y posee el 84% del cobre del mundo, el 70% del maíz y el 51% del trigo. “China ha comprado enormes cantidades de soja estadounidense en las últimas semanas”, dijo Rabobank. Cabe preguntarse si Xi Jinping sabía algo de antemano.
Los precios récord de las materias primas alimentarias son una prueba de fuego para unos 45 países más pobres que dependen en gran medida de las importaciones de alimentos: el Magreb, el Oriente Medio no petrolero, franjas de África, Bangladesh o Afganistán. El Programa Mundial de Alimentos advirtió el pasado noviembre de una escasez “catastrófica” para varios cientos de millones de personas. El panorama es hoy peor.
“Todo está subiendo verticalmente. Toda la cadena de producción de alimentos está bajo presión desde todos los lados”, dijo Abdolreza Abbassian, ex jefe de mercados agrícolas de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
“Nunca he visto nada igual en 30 años y me temo que los precios van a subir mucho más en la temporada 2022-2023. La situación es horrible y en algún momento la gente se va a dar cuenta de lo que puede venir. Todos vamos a tener que apretarnos el cinturón, y el ambiente podría ponerse muy feo incluso en países de la OCDE como Gran Bretaña”
La energía y las materias primas agrícolas están interrelacionadas. El gas natural es una materia prima para la producción de fertilizantes en Europa y, para que no se nos olvide, Rusia y Bielorrusia suman un tercio de las exportaciones mundiales de potasa. La subida de los precios del petróleo está impulsando el cambio al biodiésel en el sudeste asiático, lo que está reduciendo aún más el mercado mundial de aceites vegetales.
Aproximadamente un tercio de las exportaciones mundiales de cebada proceden de Rusia y Ucrania juntas, el 29% del trigo y el 19% del maíz, así como el 80% del aceite de girasol. Gran parte de este producto se envía a través de los puertos del Mar Negro de Odesa, o Kherson -escenario de batallas callejeras cuerpo a cuerpo hasta que cayó el miércoles- o Mykolaiv, donde un misil ruso impactó esta semana en un granelero con bandera de Bangladesh y mató a uno de sus tripulantes.
“La carga está paralizada. No se trata sólo de los puertos: no se puede meter un barco allí. Nadie quiere quedarse tirado”, dijo Abbassian. Lloyd’s List informa de que el norte del Mar Negro y el Azov han sido declarados “zonas de operaciones bélicas”, lo que implica una doble paga para las tripulaciones, si es que se puede conseguir.
Las tarifas de los seguros son prohibitivas y los bancos rechazan las cartas de crédito, a pesar de que los cereales, los fertilizantes y los productos energéticos están exentos de sanciones. Los transportistas se apresuran a averiguar qué significa que una contraparte esté “conectada con Rusia”.
Todo el mundo desconfía de la policía de sanciones del Tesoro estadounidense, conocida como OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros). El bufete de abogados Crowell and Moring afirma que sus clientes temen quedar atrapados en la red sin darse cuenta, dado que los oligarcas señalados controlan gran parte del nexo agroindustrial de Rusia de un modo u otro. Cada transacción tiene que ser examinada hasta el más mínimo detalle.
“El trigo ruso y ucraniano no se está ofreciendo. Los flujos críticos de maíz hacia el mundo están siendo obstaculizados. Si los agricultores ucranianos no siembran cantidades sustanciales de maíz el mes que viene, la crisis de suministro será muy grave”
Ahora estamos aprendiendo […] lo que significa expulsar a la única superpotencia mundial de materias primas del sistema financiero y comercial internacional.
Los pequeños agricultores rusos se han quedado fuera del mercado de crédito nacional justo antes de la temporada de siembra. El endurecimiento de emergencia por parte del banco central ha elevado el coste medio de los préstamos al 27% esta semana.
Los futuros del trigo en Chicago han alcanzado un máximo histórico de 1.131 dólares. La situación se agrava en el resto del mundo, ya que el índice general del dólar ha subido un 30% desde el último máximo alcanzado en 2008.
Por si fuera poco, Rabobank dice que hay que lidiar con los intensos patrones climáticos de La Niña y la sequía en Brasil y Argentina. “Es probable que la escasez de cereales sea tan pronunciada que requiera la destrucción de la demanda, o el racionamiento”, afirma.
El índice de productos básicos del Fondo Monetario Internacional -más puro que los índices engañosos del mercado- muestra que los productos primarios son hoy más caros en su conjunto en términos reales que en 2008, incluso en dólares estadounidenses. Es mucho más alto para Europa o África. La situación se asemeja rápidamente a la crisis de las materias primas de principios de los años setenta.
El crudo Brent alcanzó un máximo histórico en euros y libras esterlinas el miércoles por la mañana. Pero a diferencia de la última crisis del petróleo, esta crisis se extiende a todos los sectores de la energía. Los contratos europeos de gas natural para abril alcanzaron un nuevo máximo de 198 euros MWh. El carbón térmico ha subido un 75% este mes.
Las raíces de esta crisis son complejas, pero la manipulación de Putin de los flujos de los gasoductos explica gran parte de la crisis del gas desde septiembre. Ahora estamos aprendiendo la segunda lección: lo que significa expulsar del sistema financiero y comercial internacional a la única superpotencia mundial de materias primas de pleno derecho.
Ni siquiera hemos empezado a sentir las consecuencias para la industria aeroespacial y de semiconductores de Occidente en caso de que Rusia tome represalias explotando su control sobre la cadena de suministro mundial de titanio, paladio y neón.
Normalmente, los auges de las materias primas se cortocircuitan provocando recesiones, con la ayuda de los bancos centrales, aptos para reaccionar de forma exagerada y apretar justo cuando la economía se está desacelerando de todos modos.
Este episodio puede ser diferente. No veo cómo Occidente puede seguir comprando petróleo, gas o carbón a Rusia mientras el Kremlin desata la artillería sobre los civiles de Ucrania, en Mariupol, Kharkiv y Kyiv hoy, y en todas partes pronto a juzgar por cómo Putin rechazó la petición de moderación de Emmanuel Macron.
Mil millones de las personas más pobres del mundo pasarán aún más hambre gracias a la desquiciada aventura de Putin, y algunos morirán de hambre. Nuestra próxima misión moral es ayudarles.
