¿Has visto la interacción que acaba de ganar Bloomberg por un tuit en el que recomienda acostumbrarse a las lentejas en lugar de la carne, cambiar al transporte público y evitar comprar cosas a granel?
El artículo, escrito por la economista Teresa Ghilarducci, recomienda a las familias que ganan menos de 300.000 dólares al año que consideren cambiar al transporte público, adoptar una dieta vegetariana y “replantearse esas costosas necesidades médicas de las mascotas.”
Este peso pesado de la intelectualidad retuiteó extrañamente a alguien que criticaba sus consejos.
Como era de esperar, Ghilarducci y la “Nueva Escuela de Investigación Social” de extrema izquierda para la que trabaja están afiliados al Foro Económico Mundial (FEM) -que, además de presumir de haberse “infiltrado” en varios gobiernos del mundo- sugirió infamemente que la gente se acostumbrara a comer bichos debido a la inevitable escasez de alimentos.
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Lo que nos lleva a lo último del FEM: la advertencia de una inminente crisis alimentaria provocada por la guerra en Ucrania.
Puntos clave:
– Más personas en todo el mundo pasarán hambre como resultado de la pandemia, los altos precios del combustible y el conflicto en Ucrania.
– Rusia y Ucrania son también importantes productores y proveedores de fertilizantes y sus materias primas.
– Es probable que se agraven los problemas logísticos existentes en el transporte de cereales y alimentos.
– Las perturbaciones ejercerán una mayor presión sobre la cosecha de este año y conducirán a un aumento de los precios de los alimentos.
– Incluso antes de la pandemia, la FAO estimaba que 690 millones de personas, el 9% de la población mundial, se enfrentaban a la inseguridad alimentaria.
En resumen, la guerra de Ucrania está acelerando el problema existente de la inflación y la escasez de alimentos, así que agárrense el sombrero y consideren una “dieta más sostenible” porque las cosas están a punto de ponerse mucho, mucho peor.
Actualmente estamos asistiendo al inicio de una crisis alimentaria mundial, impulsada por los efectos de una pandemia y, más recientemente, por la subida de los precios de los combustibles y el conflicto de Ucrania.
Ya existían claros problemas logísticos en el transporte de cereales y alimentos por todo el mundo, que ahora serán considerablemente peores como consecuencia de la guerra. Pero una relación más sutil se encuentra en el vínculo con los nutrientes necesarios para impulsar el alto rendimiento y la calidad de los cultivos en todo el mundo.
En este contexto, reclamar una intervención gubernamental inmediata al mercado es, por tanto, lo más natural. Sin embargo, los presupuestos de los gobiernos están muy ajustados después del COVID, lo que deja poco margen de maniobra para el apoyo y la contribución monetaria directa.
A la vista de las recientes promesas de eliminar todo el petróleo y el gas rusos de nuestras importaciones, se avecinan decisiones difíciles para gobiernos, agricultores y consumidores.
Las sugerencias del FEM:
A medio plazo, destaca la necesidad de transformar nuestro sistema alimentario, utilizando más energía verde. También deberíamos fomentar dietas más sostenibles, que contengan menos productos animales alimentados con cereales; y prácticas agrícolas regenerativas, que mejoren la salud del suelo y la eficiencia del uso de nutrientes por parte del cultivo. –
Entonces… ¿comer los bichos y ser feliz?