El ejército estadounidense anunció el martes que todos los soldados activos deben vacunarse contra el coronavirus antes del 15 de diciembre.
La noticia surgió después de que el Pentágono anunciara el mes pasado, a modo de presión, que todas las ramas del ejército de EE. UU tendrían que recibir la vacuna COVID-19. La orden salió tras la aprobación de la vacuna de Pfizer por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA).
En palabras dichas en un comunicado por el teniente general R. Scott Dingle, Cirujano General del Ejército de Estados Unidos “Esto es literalmente una cuestión de vida o muerte para nuestros soldados, sus familias y las comunidades en las que vivimos”.
A lo que agregó “Los recuentos de casos y las muertes siguen siendo preocupantes a medida que la variante Delta se extiende, lo que hace que la protección de la fuerza a través de la vacunación obligatoria sea una prioridad de salud y preparación para todo el Ejército”.
El ejército por su parte agregó que los soldados pueden solicitar exenciones médicas o religiosas para la vacuna. En caso que no tengan una exención aprobada y se nieguen a vacunarse pueden enfrentarse a un castigo, que incluye el relevo de funciones o la baja.

Este comunicado solo reduce el nivel de exigencia por parte del gobierno de Biden para que todo el ejército este vacunado. Aunque dibujan una particular excepción, las consecuencias amenazan con frenar la carrera los militares que hacen carrera dentro del ejército, en pocas palabras, no deja de ser un atropello a sus derechos.
Si una excepción religiosa es motivo suficiente para no vacunarse y escapar el castigo, entonces están dejando bien en claro que más que una medida de protección se trata de una medida de control.