No nos equivoquemos, nos perdimos muchas de las pistas que Rusia dejó al mundo durante la última década, antes de su invasión de Ucrania.
Independientemente de lo que se piense sobre la invasión, es difícil ignorar que hubo señales de advertencia que condujeron a ella. En concreto, Rusia se había opuesto a la formación de la OTAN, la alianza militar que se creó inicialmente “para bloquear la creciente esfera de influencia comunista de la Unión Soviética” tras la Segunda Guerra Mundial.
La OTAN había ampliado sus fronteras de 1999 a 2020, añadiendo 14 nuevos miembros, “incluyendo muchos países anteriormente controlados por la Unión Soviética”, escribió WTHR el mes pasado.
Rusia se ofendió por esto, viéndolo como una forma de la OTAN de limitar su influencia a nivel mundial y, en 2021, los estados miembros de la OTAN expresaron sus intenciones de tomar en Ucrania. Putin -estés o no de acuerdo con él- sintió que tenía que actuar.
Y no sólo nos perdimos muchas de las hojas de té que conducían a la invasión -hasta que, por supuesto, semanas antes de que ocurriera y Rusia estaba literalmente alineando tropas en la frontera- sino que también malinterpretamos las hojas de té con respecto a cómo reaccionaría Rusia a las sanciones económicas.
La versión corta de la historia es que Occidente puede haber sobrepasado arrogantemente sus límites con respecto a las sanciones económicas debido a una falsa ilusión de que ejercemos algún tipo de poder monetario sobre Rusia. No obstante, Rusia pareció contentarse con nuestro farol, permitir que su moneda y su mercado bursátil absorbieran los impactos temporales, y luego jugar duro vinculando su moneda a su capacidad productiva (petróleo) y a su oro.
Como resultado, el rublo se ha recuperado hasta alcanzar los niveles anteriores a la invasión. Si bien hay que reconocer el mérito -no parece que estemos todavía en el precipicio de la Tercera Guerra Mundial y todos los que han evitado una escalada hasta ahora merecen su reconocimiento-, también hay que recordar que nos quedamos de brazos cruzados como si nada material en el escenario económico mundial hubiera cambiado permanentemente, cuando creo que es justo lo contrario.
Rusia, China y el resto del mundo – después de haber visto miles de millones en reservas de divisas esencialmente confiscadas sin el debido proceso a nivel mundial – ahora entienden que deben salir del mismo sistema monetario que el resto del mundo. Rusia y China, en mi opinión, van a liderar la carga, una vez más, hacia una nueva era de dinero sólido que creo que va a poner de rodillas el experimento keynesiano de Estados Unidos.
Si eres China, y produces todo lo que usa Estados Unidos, y eres Rusia, y produces una porción significativa del petróleo del mundo, la pregunta entonces es ¿cuánto tiempo estás dispuesto a quedarte sentado y “tomarlo” del matón occidental del fiat?
Con las sanciones económicas que Occidente ha intentado aplicar contra Rusia, estas naciones tienen por fin un impulso para mantenerse firmes y contraatacar monetariamente. Y esa parece ser la actitud tanto de Rusia como de China en este momento: dejemos que la moneda se desplome y apoyémonos en nuestros recursos y capacidad productiva, porque estamos tan seguros de que cuando las cosas se calmen, a largo plazo, estaremos en mejor estado monetario que Occidente.