Han sido definidos como seres infernales que succionan la energía vital de las mujeres.
Los demonólogos definen a los íncubos (término que significa “me acuesto sobre ti” y que procede de la palabra latín “Incubare”: yacer) como demonios impúdicos y lascivos que cohabitan sexualmente con mujeres, sin distinción de estado ni edad, para arrebatarles su energía vital.
Asociados por sus características a los djinn árabes y los sátiros griegos, la apariencia de estos seres infernales es bastante variable pueden mostrarse como la persona que te gusta o tu idolo, dicen los investigadores que no busca la seducción, sino que despertar en su víctima femenina los instintos sexuales más bajos y primordiales. En todos los casos siempre se les cataloga de amantes consumados o expertos.
Varios nombres de íncubos han sido registrados a la largo de la historia (Zabulón, Isaacaro, Belaam, Alpiel, Efelios o Leviatán). Y aunque existen varias teorías sobre su origen, se asegura que descenderían de los nefelines, ángeles caídos en desgracia que engendraron una raza degenerada.
Asalto sexual nocturno
Hay unanimidad en que el modus operandi del íncubo es casi siempre el mismo. Por lo general se cuela en la mente femenina para sembrar la lujuria, provocando en la víctima sueños eróticos, pensamientos de lubricidad desviada o exagerada antes de atacarla. Luego de algunas noches de seducción, el íncubo se materializa y copula con la mujer, provocándole un estado de parálisis momentánea. Estos coitos, por cierto, han sido descritos como salvajes y placenteros, en una verdadera vorágine de orgasmos que mezcla momentos de lucidez y horror. El placer sexual de las víctimas, en todo caso, es pasajero y desaparece apenas el íncubo se ha retirado de la alcoba. A la mañana siguiente, la víctima no recuerda casi nada, salvo que ha tenido un sueño erótico, brutal y extraño.
Cuando el íncubo comienza a relacionarse sexualmente con su víctima y comienza a robarle su energía vital noche tras noche, el demonio se va haciendo cada vez más fuerte mientras que la víctima se debilita progresivamente, llegando en ocasiones a sufrir una muerte repentina y violenta ocasionada por la falta de energía vital o, incluso, por el intenso placer sexual que su cuerpo, ya consumido, no puede soportar.
Los íncubos, contrario a lo que pudiera pensarse, atacan por lo general a todo tipo de mujeres. Atractivas o poco agraciadas, jóvenes o mayores, solteras, casadas o viudas, enfermas o sanas. Estos seres, sin embargo, dada su naturaleza infernal, preferirían copular con mujeres de fe, especialmente monjas y novicias (los relatos medievales aseguran que estos seres, para estos efectos, se disfrazaban con ropas del clero durante sus asaltos nocturnos).
En Sudamérica los íncubos tienen varios equivalentes en las mitologías locales. Es el caso del “Trauko” en Chile (un enano contrahecho que gusta de seducir a las jóvenes púberes), el “Boto” en Brasil (un agraciado joven de traje blanco), el “Kurupí” en Paraguay (un ser mitológico con un miembro gigantesco que secuestra mujeres para violarlas), el “Mohán” en Colombia, el “Tintín” o “Chusalongo” en Ecuador, el “Sombrerón” en Guatemala, el “Cipitío” en el Salvador, el “Zángano” en Panamá, el “Zangaretón” en Venezuela y el “Rauel” en México.
Seres seductores y subyugadores
Si bien tanto los íncubos como las súcubos (demonios femeninos) buscan drenar la energía vital de sus víctimas, muchos especialistas aseguran que estos dos tipos de seres infernales se diferencian en la subyugación que a veces puede sentir la mujer demonio.
Suscribo en un 98% todo lo expuesto en este documental, excepto que no tenemos maneras de protegernos, pues si existen oraciones específicas para estos demonios.
Por supuesto que la persona debe estar dispuesta a renunciar al placer que le hace sentir el Incubo o Sucubo.