Esta semana se ha anunciado que Irán y Argentina han solicitado su ingreso en el BRICS. El BRICS -que hasta hace poco estaba formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- es un foro que permite a los países ajenos a las economías desarrolladas occidentales forjar alianzas en materia económica. A medida que aumenta su tamaño, crece su influencia e importancia económica.
La semana pasada, en uno de los foros de los BRICS, el Presidente Putin anunció que Rusia, junto con China y otras naciones del BRICS, se estaba preparando para lanzar una nueva moneda de reserva mundial formada por una cesta de monedas de los BRICS. Si tiene éxito, esa moneda de reserva sería una amenaza directa para el dólar estadounidense, actualmente dominante.
Es difícil no leer las dos historias como parte del mismo arco general. Irán y Argentina se suben al carro porque perciben la oportunidad de construir una alianza alternativa a la globalización liderada por Occidente.
Mientras tanto, los demás miembros del BRICS les invitan a subir a bordo porque huelen la sangre, ya que ven que la rápida caída de las sanciones occidentales contra Rusia pone de manifiesto grandes debilidades económicas.
¿Podría un nuevo bloque comercial con su propia moneda de reserva ser una amenaza para Occidente y para el dominio del dólar estadounidense? Casi con toda seguridad.
En su forma actual, los BRICS representan alrededor del 31,5% del PIB mundial si se ajusta a la paridad de poder adquisitivo. Si se añaden Irán y Argentina, esta cifra se eleva al 33% del PIB mundial. Se trata de un enorme bloque comercial potencial, y el 33% del PIB mundial es sin duda suficiente para justificar una moneda de reserva.
Pero más allá de esto, el potencial de sinergias entre los países es enorme. En conjunto, los países BRICS ampliados producen actualmente alrededor del 26% de la producción mundial de petróleo y el 50% de la producción de mineral de hierro utilizado para fabricar acero. Producen alrededor del 40% de la producción mundial de maíz y el 46% de la de trigo. Si todo esto se negociara en la nueva moneda de reserva, se convertiría instantáneamente en una piedra angular de la economía mundial.
Mientras tanto, el dólar estadounidense ya se está hundiendo. A principios de junio, el FMI publicó un informe en el que se indicaba que el dólar estadounidense representa hoy el 59% de las reservas mundiales, muy lejos del 70% que representaba en 1999. El informe señalaba que los gestores de las reservas de los bancos centrales estaban cambiando activamente sus carteras de dólares a monedas no tradicionales.
Imaginemos ahora lo que ocurriría si los BRICS lanzaran su moneda de reserva, llamémosla “BRIC”. Supongamos que el BRIC se mantuviera como reserva más o menos en consonancia con la importancia del bloque en términos de PIB mundial y que le diera un mordisco a todas las demás tenencias de reserva por igual. El impacto se parecería al gráfico siguiente. Como podemos ver, incluso este simple ejercicio muestra que el BRIC se mantendría fácilmente frente al dólar estadounidense.
Los cambios que se están produciendo en la economía mundial son sin duda los mayores que se han visto desde 1945. Sin embargo, se habla muy poco de ello en la prensa o en los círculos políticos.
¿Están los líderes occidentales planeando esto? ¿Tienen una estrategia para este nuevo mundo? Esperemos que sí, ya que estos cambios podrían afectar drásticamente al nivel de vida de Occidente y a nuestro lugar en el mundo.