Al hablar de “totalmente vacunado” los gobernantes se refieren a comunidades o naciones, no individuos
Cuando la familia del general retirado Colin Powell anunció su muerte el lunes en un breve post en Facebook, dijo que la causa eran “complicaciones del Covid 19” a pesar de estar “totalmente vacunado”.
El ex secretario de Estado, que tenía 84 años, había estado también en tratamiento por un mieloma múltiple. Ese tipo de cáncer provoca marcadas alteraciones del sistema inmunitario, haciéndolo capaz de producir sólo un tipo de anticuerpos. En julio, un estudio de personas vacunadas con mieloma múltiple descubrió que sólo el 45% tenía respuestas inmunitarias que serían “adecuadas” para protegerlas contra el covirus.
Se recomienda una dosis de refuerzo para las personas con cánceres de la sangre, pero ninguna vacuna puede compensar un sistema inmunitario que no puede defenderse. Para la comunidad médica, no fue una sorpresa que Powell pudiera desarrollar un caso grave, incluso mortal, de covid-19.
El uso de “totalmente vacunado” tampoco es exclusivo de Powell, aunque la cobertura de su muerte ha puesto de manifiesto que el término es inapropiado en muchos casos, principalmente porque no hay consenso sobre lo que significa. Y es que como todo lo referente a esta pandemia las opiniones de que se debe hacer varían constantemente.
Como hemos visto a lo largo de esta pandemia, la precisión del lenguaje y la transparencia a la hora de delimitar lo conocido y lo desconocido son fundamentales para cualquier respuesta eficaz de salud pública. Sin embargo, medios de comunicación y élites gobernantes se han encargado de esconderle al público los efectos adversos de las vacunas.
Todo esto se reduce, esencialmente, a un intento continuo de definir “totalmente vacunado”. ¿Quién está “totalmente vacunado” contra el covid-19, y durante cuánto tiempo? La respuesta honesta es que el objetivo se está moviendo ante nuestros ojos.
Hasta 2021, “totalmente vacunado” no era una frase estándar, al igual que “totalmente casado” o “totalmente graduado en la universidad”. Normalmente se considera que una persona está “vacunada” o “no vacunada”.
Las distinciones técnicas pueden utilizarse clínicamente para describir zonas grises: un niño pequeño o un cachorro, por ejemplo, entre dosis de vacunas contra el sarampión o la rabia, puede considerarse “parcialmente vacunado” a efectos de comunicación logística entre médicos. Pero esta designación no implica que el niño o el cachorro estén protegidos.
A principios de este año, cuando las vacunas contra el coronavirus empezaron a estar disponibles para el público, el término era útil: una forma de distinguir entre los que habían recibido sólo la primera dosis de una vacuna de ARNm y los que habían recibido el régimen completo de dos dosis.
Diez meses más tarde, abundantes pruebas nuevas han hecho que no esté tan claro si nuestros regímenes de vacunas deben consistir en una, dos o tres dosis. Actualmente, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades dicen que las personas están completamente vacunadas “dos semanas después de su segunda dosis” de Pfizer o Moderna, o “dos semanas después de una vacuna de dosis única” como la de Johnson & Johnson.
Esta definición ya está obsoleta; desde el mes pasado, la agencia también recomienda terceras dosis de la vacuna Pfizer para grupos de alto riesgo después de seis meses. Pronto se espera que la recomendación se extienda a todos los mayores de 40 años. Hay un desacuerdo legítimo entre los expertos, y un importante debate sobre la prudencia de tal medida, todo ello en el marco del intento de definir “totalmente vacunado”.
¿Hasta cuándo inventarán nuevas dosis?
¿Por qué los trabajadores sanos de primera línea deberían recibir refuerzos de vacunas? No para protegerse.
La respuesta es que pueden seguir muriendo de la misma manera que una persona que tiene el “cinturón de seguridad completo”. El grado de protección de cualquiera de nosotros mediante la vacunación depende de algo más que de la cantidad de vacunas que recibimos y de la eficacia de la respuesta de nuestro sistema inmunitario.
Es decir, ese estatus de vacunación realmente no previene y ni reduce los síntomas y complicaciones relacionados con el virus. De hecho, como ha sido reportado en múltiples ocasiones produce efectos negativos en la salud, mayormente problemas cardiacos incluso en personas jóvenes.
