En sus últimas notas Obama expresa que Sarkozy ex Presidente francés tiene descendencia un cuarto judía y griega. Es por eso entonces que Sarkozy tenie rasgos mediterráneos oscuros, expresivos, que se asemejan a las figuras exageradas, a menudo distorsionadas, de una pintura de Toulouse-Lautrec.
También no es de extrañar su personalidad sea todo arrebatos emocionales y retórica exagerada, mientras que su conversación, refleja una ambición desenfrenada y una insistencia incesante, pasa de la adulación a la fanfarronería y la comprensión genuina.
Se podría haber pensado que Obama estaba dirigiendo deliberadamente a Sarkozy los insultos notoriamente lanzados contra Benjamin Disraeli (1804-1881), la primera persona de origen judío en convertirse en primer ministro de Gran Bretaña. El administrador colonial Lord Cromer hablaba de Disraeli diciendo que lo impulsaba “una tenacidad de propósito” que era una característica judía. Con sus morenos “rasgos orientales”, Disraeli estaba consumido por una “adicción” a los “arrebatos apasionados” y los “excesos de adulación” que eran las características de su raza “ágil”.
Obama se hizo eco de estás burlas de Cromer de manera misteriosa e insual. Por su parte Obama atribuye a Sarkozy rasgos desde la tez grasosa hasta la asertividad egoísta y agresiva, estaban en el corazón de la caricatura antisemita del judío que cristalizó, con consecuencias asesinas, en el siglo XIX.
Esta historia hace que llamar judío a Sarkozy sea muy diferente de señalar, digamos, que el padre de Angela Merkel fue un pastor luterano; y si el antisemitismo implica el uso de la etiqueta “judío” para evocar, enfatizar o explicar un complejo interrelacionado de atributos poco atractivos, la descripción de Obama de Sarkozy es incuestionablemente antisemita.
Ante esto ni The New York Times hasta The Washington Post y más allá, consideraran que las críticas efusivas la declaración de Obama fuera un hecho valiera la pena mencionar.
En parte, esto refleja la normalización del antisemitismo casual en la izquierda, hasta dónde hemos llegado, ese proceder se vió manifestado el año pasado cuando la edición internacional de The New York Times publicó una caricatura de Benjamin Netanyahu que muy bien podría haber sido tomada de Der Sturmer de los nazis. Un simple “error de juicio” cometido por un miembro del personal con exceso de trabajo, afirmó el periódico.
El propio columnista del Times, Bret Stephens, preguntó, ¿cómo podría ser que los editores del periódico – “hiper-alerta a casi todas las expresiones concebibles de prejuicio, desde el homicidio a las microagresiones raciales” – ahora encontraran “incluso las expresiones más descaradas antisemitismo casi indetectable”?
“La razón”, prosiguió, “es la crítica casi torrencial de Israel y la generalización del antisionismo” en los medios de comunicación de izquierda, “que se ha vuelto tan común que la gente se ha vuelto insensible a su intolerancia inherente”.
Este problema entre la izquierda y los judíos va más allá que la línea entre la crítica a Israel y el antisemitismo. Estamos en la época dónde los progresistas consideran que mantener una fe es un signo de debilidad mental, mientras que los judíos mantienen la fé de sus padres y antepasados, con un inquebrantable insistencia en la ley moral.
Cuando la izquierda normalmente haría de cada aspecto de la identidad personal una cuestión de elección y reduciría la memoria colectiva a un pecado, está minoría sigue manteniendo el pacto, conjunto con el mandato más apremiante descrito en Deuteronomio de “Recuerda los días de antaño; considera las épocas del remoto pasado”.
Es lamentable pues la izquierda alguna vez tuvo profundas raíces en el catolicismo y el protestantismo evangélico, ahora encuentra toda la fe incomprensible en el mejor de los casos e irracional en el peor.
Trivializar la fe así como lo hizo Obama en el momento que menospreció a los estadounidenses de clase trabajadora que se “aferran” a su religión, inclinándose indudablemente a la izquierda. Habiendo ya ridiculizado la importancia de la fe, también permite fácilmente que las afirmaciones de aquellos a quienes considera víctimas prevalezcan sobre las protecciones que ofrece la libertad religiosa, desechando los derechos de las comunidades religiosas en el camino.
Al reflejar estás tendencias, el insulto de Obama a Sarkozy puede reflejar poco más que una forma de irreflexión educada, una irreflexión que impregna el entorno “progresista” en el que habita. Pero lejos de absolverlo, es precisamente esa irreflexión lo que lo hace tan aterrador: porque donde prevalece la irreflexión, no hay nada que frene a los viejos demonios o que evite que surjan nuevos demonios.
Es por eso que llamarlo es crucial, no importa cuán insignificante pueda parecer su expresión. Y es por eso que necesita ser contrarrestado, una y otra vez, por el más grande, y sin embargo, el más duro de los mandatos divinos: Por el amor de Dios.
Mucho se ha ido descubriendo de Obama durante su mandato, se sabe de sus operaciones de tráfico de minorías, personas que no importaban a nadie, excepto a él y sus ganas de acabar con los judíos o con cualquiera que se aferre a su fe.
Aquí si se puede aplicar nos mintieron horrendamente lobos disfrazados de ovejas , los políticos en los que debíamos confiar nos traicionaron, nos tratan como mercancía de segunda clase cómo íbamos a saber si tapaban todo y se volvieron cada vez más fuerte,me horroriza esto y también da muchísimo miedo,se que vamos a tener que ponernos de pie de nuevo estoy segura de eso ,gracias muy interesante el artículo