Cuando se anunció una pandemia mundial el año pasado, la confusión y caos rodeó el mundo. No estábamos preparados para lo que estaba por venir, sin embargo, no tuvimos opción.
Entes gubernamentales y organizaciones con autoridad en la salud explicaron el origen del virus, “provino del contagio de un murciélago”. Aunque la explicación sonaba inverosímil, pronto medios de comunicación de todo el mundo hicieron eco de los “verdaderos orígenes del virus”
Miles de personas se cuestionaron sobre la verdad de su origen, sin embargo fueron silenciados, llamados locos y conspiranoicos. La verdad presentada como absoluta era la única que tenía valor, y todo lo demás no eran más que conspiraciones.
La administración del presidente Trump abogó por descubrir el verdadero origen del virus, y fue tratado como fuente de desinformación. Sin embargo, una verdad de tal magnitud no podía tenerse callada para siempre, y eventualmente salió a la luz.
El virus COVID-19 no solo fue creado en un laboratorio y posteriormente filtrado al mundo (si fue algo intencional o no aún está por definirse), si no que fue financiado con el dinero de los contribuyentes.
El Dr. Anthony Fauci uno de los principales consejeros en cuanto a medidas de protección contra el virus, resultó ser la persona a cargo detrás de este financiamiento.

A pesar del trabajo de encubrimiento por parte de organizaciones mundiales, este año se hizo público el registro de correos electrónicos de Fauci en los que se demuestra la red de mentiras que nos han hecho creer.
Limitan las libertades en base a una mentira
Con una red engaños e información falsa, las élites mundiales lograron algo nunca antes visto. Un nuevo tipo de control de la población, personas de todo el mundo fueron confinadas a sus hogares sin derecho a ejercer sus libertades básicas, como visitar a sus familiares, ir de compras o relajarse en lugares públicos.
Por otro lado, se impuso el uso de tapabocas, incluso violentando las libertades individuales al exigirlas para realizar actividades cotidianas. Aquellos quienes estaban en contra y abogaban por sus derechos fueron ridiculizados y discriminados.
Hoy en día, quienes piensan diferente se enfrentan a una nueva violación de sus derechos básicos. Con la llegada de las diferentes vacunas, se han comenzado a instaurar políticas discriminatorias que pretenden obligar a la población a vacunarse, aun cuando se hayan demostrado nefastos efectos secundarios.
Si todo esto no fuera suficiente, ahora quieren silenciar a aquellos que cuestionan la efectividad de las vacunas. Del mismo modo que fueron silenciados al principio de la pandemia quienes dudaban de su origen, hoy se quiere censurar la libertad de expresión de quienes cuestionan y se niegan a inyectarse estas potencialmente peligrosas sustancias en su organismo.
¿Hasta dónde llega la libertad de expresión? ¿Qué tanto poder tienen las élites sobre la información? Esperamos que el sentido de libertad prevalezca y no se sigan silenciando las voces de quienes cuestionan el sistema.