La columnista de consejos Eleanor Gordon-Smith, de The Guardian. Se ha atrevido a tocar un sentimiento que ha surgido en quienes se han aplicado la vacuna contra el Covid-19. Relatando desde su experiencia personal, guía como el flujo de tus pensamientos pueden ayudar a sobreponerte.
Te compartimos la columna que la escritora compartió en el portal The Guardian sobre este nuevo efecto secundario que ha surgido en muchos después de recibir la vacuna.
¿Es normal sentirse deprimido después de recibir la vacuna? Me siento exactamente igual que después de hacer mis exámenes universitarios. Después de meses de estudio, de trasnochar, vivir a base de café y adrenalina, en cuando se acababan me convertía en una especie de Debbie Downer. Me sentía cansada, deprimida y desinflada durante semanas, y así me siento ahora. ¿Soy yo? ¿Tengo un trastorno de estrés postraumático?
Eleanor dice: En la historia de mi familia hablamos de una cosa que se llama la fiebre del día de entrega. Es la factura que te pasa el cuerpo después de haber encontrado de alguna manera la energía para lanzarte a cruzar la línea de meta: la fatiga en las articulaciones y los músculos en el nanosegundo en que completas lo que tenías que hacer.
Durante un tiempo pensé que el malestar generalizado que hay en estos momentos podría ser una forma de fiebre por la entrega de trabajos. Pese a que la pandemia está muy lejos de haber terminado, muchos de nosotros estamos cruzando cosas que se sienten como líneas de meta emocionales: la vacuna, la vuelta al trabajo o a la escuela, la reserva de un vuelo para volver a casa. Esos momentos descorchan nuestras reservas de agotamiento.
Pero en realidad creo que las cosas son más complicadas. No es sólo que nos desplomemos exhaustos antes de volver a la vida normal. Es que lo que estamos volviendo ya no se siente normal.
La mayoría de nosotros nos pasamos la mayor parte de la vida apartando la vista de tres certezas: que vamos a morir, que vamos a sufrir y que la vida es incierta. Habitar realmente esos pensamientos puede hacer que el resto de la vida se sienta como un sueño anestesiado. ¿Cómo podríamos ir a un restaurante, tener una cita, ganar o gastar dinero, cuando todo podría volver a desaparecer mañana, cuando lo único que sabemos es que un día desaparecerá?
Creo que la pandemia nos obligó a vivir realmente esos pensamientos. Ahora, algunos de nosotros nos sentimos como viajeros del río Estigia, mirando aturdidos a los restaurantes y oficinas que pretenden que nos alegremos de verlos.
Por razones obvias, no voy a especular si tienes un TEPT o una depresión, excepto para decir que si crees que son posibilidades reales, la atención de un profesional te ayudará.
Lo que sí puedo decir es lo que me ha ayudado con este sentimiento desde que me di cuenta de lo que era.
La locura ayuda. Es una locura lo que está pasando, es una atracción de carnaval infernal con una calavera risueña encima. Reírse de nuevo parece ayudar. Podríamos hablar en círculos sobre nosotros mismos tratando de regresar del borde del nihilismo, o podríamos emborracharnos y hacer que un títere de calcetín cante Whitney Houston. La sensación de que no hay una razón o una línea argumental puede desencadenar el desánimo, o puede ser una liberación para hacer las cosas que la línea de la trama anterior no permitía.
Trabajar con las manos ayuda. No sé por la razón. Pero encontrar una solución a este rompecabezas o escala o origami parece dar una sensación momentánea de orgullo y orden.
El descanso ayuda. Deja la cara sorprendida por dejar pasar el día, sino por la decisión consciente de dormir, estirarse, comer despacio, reconocer ante ti mismo y ante tu cuerpo que esto ha sido un calvario.
Usar la energía cuando la tienes, sé de ayuda. De vez en cuando habrá momentos del día en los que entre la luz. Aprovéchalos para echar las sábanas a la lavandería, meter verduras en casa, hacer un favor a un amigo… cosas que parecen incomprensiblemente agotadoras cuando estás deprimido. Es un viejo adagio, pero bueno, que los sentimientos siguen al comportamiento.
No sé cuál es la salida del túnel existencial que ha abierto esta pandemia, pero creo que Montaigne tenía razón en que los grandes problemas pueden resolverse en lo pequeño de cada día: “Quiero que la muerte me encuentre plantando mis coles, sin preocuparme por ella ni por la jardinería sin terminar”.
Frente al caos, tragedia y desesperación que ha traído el virus y las vacunas, las experiencias de los sobrevivientes son algo que vale la pena rescatar para quienes aún se encuentran luchando.
